Fue una pena, no supimos quedarnos, No supimos qué darnos, Esta vez ni una tilde pudo arreglarlo.

Y ese es el drama, no supe qué darme a mi misma y entonces te culpé a ti de cómo me sentía. No supe qué darme, cómo amarme y aceptarme, pero esperé que tú si lo supieras. ¿Cómo entonces íbamos a amarnos? ¿Cómo entonces íbamos a quedarnos?

Este es el texto que usé en un video y me trajo muchísimas reflexiones. Me hizo mucho sentido eso de “no supimos quedarnos porque no supimos qué darnos” y me trajo a la mente muchas conversaciones en las que la frustración nos colmó al punto que ya no pudimos continuarlas. Y tristemente así es la síntesis del proceso de ruptura para muchas parejas. Ese desconocimiento propio, esa desconexión de las propias necesidades y la incapacidad de cubrirlas, que luego se convierten en proyecciones de insatisfacción hacia el otro.

Hay algo que aprendí en mi recorrido como mujer y es que quien busca fuera lo que sólo puede encontrar dentro está destinado a decepcionarse. Y que esa decepción rompe corazones por la sola razón de no encontrarle explicación. La explicación llega cuando dejas de preguntarle al otro, a demandarle al otro y te respondes la pregunta ¿qué necesito darme yo en vez de insistirle a alguien más que me lo de?

El amor no llega a nuestras vidas para llenar vacíos. Tampoco para completarnos. Pero si con frecuencia llega para mostrarnos cuáles son esos supuestos vacíos para que podamos salir de la ilusión de que en efecto existen. En ese sentido las relaciones son escuelas superiores para adultos que tal vez en la primaria de la vida reprobaron unas materias de auto-concepto y autoestima. Pienso que si aprendemos a darnos eso en la relación, tan sólo eso: un reflejo sano al otro de lo que necesita trascender en si mismo para ser más pleno y feliz, entonces ya logramos mucho.

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